Segunda carta.

Aquí me hallo otra vez, ante un folio en blanco. Un folio que volverá a ser testigo de mis sentimientos, un folio que jamás llegará a tus manos pero que mi corazón desearía darte.

Hoy sé que te necesito, más de lo que admitiría ante nadie. Te echo de menos siempre pero hay momentos en lo que es completamente insoportable, necesito verte para poder estar tranquila.

¿Es esto amor? Estoy tan segura como de mi nombre, como del tuyo, del color de tus ojos, de tu piel, de todo lo que te rodea.

Un día sin verte es raro, me falta algo. Es como si  una de las piezas que me conforman desde hace años y que, con mucha delicadeza he intentado juntar se separara y sintiera un gran vacío. Un vacío que sé que soportable a lo largo del día. Ese vacío aumenta cada segundo que paso sin ti, se hace más enorme y amenaza con ahogarme, asfixiarme y dejarme sin sentido.

Sólo tú puedes evitar que esto ocurra. Aunque no hagas nada, sólo con tu cercanía, ese vacío se llena, se convierte en algo hermoso. ¿Quién dijo que la Nada no podía dar lugar a algo hermoso? Fuera quien fuera, mentía.

Y yo, más que nadie, sé que puedo escribir los versos más tristes esta noche pero nada cambiaría. La noche es inmensa, más inmensa sin ti.  

Mi alma no se contenta con no haberte tenido mientras mi corazón te busca desesperadamente en esta noche estrellada. Estás tan cerca y a la vez tan lejos.

Espero que este no sea el último dolor que me causas y que estos no sean los últimos versos que te escribo.

Anónima no tan anónima.